La mansedumbre neutraliza nuestro temperamento, somete el yo, calma las pasiones y pone orden en el caos de nuestra alma. La mansedumbre calma, tranquiliza y somete.

Sin mansedumbre, nos deslizamos hacia un conflicto interno del alma que se manifiesta en ira, frustración, amargura, resentimiento y confusión. Necesitamos manejar los impulsos del corazón y mantenerlo bajo control, calmando las ansiedades y dependiendo de Dios para la sabiduría y guía sin perder de vista quiénes somos en Él y que Él tiene el control de todas las cosas en nuestra vida.

Un corazón manso es lento en señalar y cuida sus palabras. Santiago 1:19 menciona lo siguiente: “Que todos sean rápidos para oír, lentos para hablar, lentos para enojarse.”
Una persona mansa encuentra gozo en lo que Dios está haciendo en la vida de los demás y piensa en lo positivo en lugar de lo negativo en los demás.

Alguien con mansedumbre piensa en todo lo bueno de su vida.

Filipenses 4: 8 Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de encomio si hay alguna excelencia, si hay algo digno de alabanza, piensen en estas cosas.

Pensar en el bien te ayuda a avanzar y continuar con el propósito de Dios en tu vida. Una persona mansa siempre está buscando discernir y ver lo que Dios está haciendo y trabajando para nuestro bien, incluso cuando enfrentamos grandes dificultades, oposición o heridas.

No confundamos mansedumbre con debilidad, se necesita ser fuerte y valiente para mantener la calma incluso cuando todo a nuestro alrededor parece ser un caos.