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Quédate Quieta

Elena Soria

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Siempre he sido una mujer activa, las personas que están cerca de mí, comúnmente pueden describirme como alguien con un “extra de energía”. En mi ámbito profesional (psicología y educación), amigos y colegas entre risas me han diagnosticado con “hiperactividad”.

Éstas palabras me han llevado a meditar seriamente en esto. La realidad es que me cuesta trabajo quedarme quieta. Duermo solo un par de horas y despierto con más energía que el día anterior. Puedo hacer muchas cosas al mismo tiempo y disfrutar cada una de ellas; reírme a carcajadas por horas, hablar, escuchar atentamente a mi esposo, trabajar, emprender, planear, leer, escribir, jugar con mis hijas, hacer un poco de ejercicio (solo un poco), servir en mi iglesia y mi familia, cocinar, recibir visitas e ir de visita. ¡Definitivamente mi cuerpo está en constante actividad! Sin embargo, debo ser sincera contigo: mi “actividad constante” no es sólo física, también es mental y por lo tanto emocional, es por eso que si me descuido, mi estilo de vida puede agobiarme, angustiarme y finalmente suele ser profundamente agotador.
Comparto esto contigo porque por muchos años fue una lucha en la formación de mi carácter, ya que ésta actividad sin descanso, cobró facturas en mi salud que terminaron siendo sobre abrumadoras.

La primera vez que leí el Salmo 46:10 Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré enaltecido en la tierra!; no lo comprendí, tenía alrededor de 8 años de edad, estaba acostumbrada a que algunas de mis figuras de autoridad me pidieran “quedarme quieta” y para mí, eso solo significaba la “Falta de movimiento”. Años más tarde, mientras estudiaba el seminario, escuché a un maestro explicar la traducción de quietud en el hebreo: HARPÚ que significa: “Dejarte llevar o traer libertad”. Inmediatamente preste atención, todos estos años había pensado que existían momentos en los que Dios me pedía quedarme en completa inactividad, pero ese pensamiento estaba equivocado. En realidad, es un llamado a confiar en Él, a dejarnos llevar.

Estar quietas tiene más que ver con un estado de nuestro corazón que con la actividad de nuestros pensamientos y acciones o el volumen de nuestras palabras.
Quedarme quieta implica madurez, ejercer carácter, ser inalterable y experimentar paz. No es sinónimo de estancamiento; basta con observar el mar cuando no hay casi viento, el agua puede estar sin olas, hay quietud, pero en la profundidad está lleno de actividad, porque hay vida dentro de él. Así mismo, Dios ha puesto vida y sueños en nuestro corazón, no para quedarnos pasivas más bien para dejarnos llevar de forma activa en camino hacia su voluntad.

En ese proceso de aprendizaje leí también Isaías 30:15: Esto dice el Señor Soberano:

“Ustedes se salvarán sólo si regresan a mí y descansan en mí. En la tranquilidad y en la confianza está su fortaleza…”

Es como si la Biblia nos estuviera dando una fórmula:

Descanso + Tranquilidad + Confianza = Fortaleza.

Es decir, que al poner nuestra esperanza y confianza en Dios nos fortalecemos. El descubrir la quietud como el camino y el fundamento para la fortaleza me resultó sumamente relevante, tanto para los eventos del día a día como para los momentos que cambian la vida. En realidad, quietud significa: dominio propio.

Ahora la pregunta para ti y para mí es: ¿Cómo logramos quietud?

1.- Habla con Dios: Pídele en oración que aquiete la velocidad de tu mente, que afirme tus pensamientos, te ayude a controlar tu lengua, y traiga paz a tu ansioso corazón.
2.- Llénate de la palabra de Dios: La Biblia es nuestra mejor herramienta para encontrar sabiduría al tomar decisiones, leerla y ponerla en práctica es también una manera de perseguir la quietud.
3.- Abraza tu etapa: Por lo general las mujeres vivimos diferentes etapas: ¡no te resistas a transitar por ellas! Dios está acompañándote, disfruta y agradece lo que estás viviendo en este momento. No descuides lo que es realmente importante por querer experimentar algo que aún no te corresponde. Eclesiastés 3:1 nos dice: En esta vida todo tiene su momento; hay un tiempo para todo.
4.- Da un paso a la vez: Por experiencia propia puedo decirte que habrá momentos en que la impulsividad trate de tomar nuevamente control de tus pensamientos y acciones, pero tú y yo ya sabemos cual es el secreto: Busca la quietud, respira, conéctate de nuevo con Aquél que te fortalece, Él que te muestra el camino y deja al descubierto lo que realmente es importante en nuestra vida. Da una pausa y en calma da pasos firmes en fe. 

 

escrito por

Elena Soria

Aurora Mujeres

Nuestra visión es que la mujer alcance su máximo potencial cuando es motivada y conectada al propósito que Dios tiene para ella y por el cual fue creada.

En Aurora Mujeres podemos ser nosotras mismas, abrir nuestro corazón, verte a ti misma de la misma manera en como Dios te ve, dejar atrás los errores y comenzar de nuevo.

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