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Las ganancias de mis perdidas

Marisela Pimienta

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Mi primer duelo lo viví cuando mi madre aún me amamantaba. Yo tenía tan solo cuatro meses de edad, y muere mi primer hermanito de apenas 4 años.

El sueño de mi padre era que tuviéramos un mejor futuro como familia, por esa razón nos trajo a la frontera. Yo tenía tan solo 6 años; la única mujer, la hija de en medio con cuatro hermanos varones. Apenas teníamos 15 días de haber llegado a Tijuana. Recuerdo ese día que esperaba que me sirvieran mi sopa… cuando de repente se escuchan unos gritos de mi madre AUXILIO, AUXILIO,  y se cortaba su voz en su desesperación y angustia. Mi padre se había desmayado cuando estaba restaurando una fosa séptica. Dos personas trataron de sacarlo pero mi papá cayó más profundo. Se escucharon sirenas de los bomberos, recuerdo que tuvieron que tumbar un cerco de madera para llegar a donde se encontraba la fosa. Al sacar a mi papá, él ya estaba muerto. Comienza el dolor profundo de angustia y desesperación de cada miembro de la familia. Recuerdo a mi hermano mayor queriéndose tirar a la fosa, mi mamá a punto del desmayo, yo me jalaba el cabello, otro hermano se retiró y se aisló; los más pequeños asustados sin entender. Ahora mi mamá tenía que salir a trabajar para ser la proveedora. Entonces nos quedamos huérfanos de padre y ausentes de mamá. Esto me produjo en mí sentimientos de tristeza, enojo, soledad y orfandad.

Pasando un año, mi abuelo paterno enfermó de un cáncer de páncreas terminal y muere. Una vez más muere mi figura paterna y yo sin entender esto, se siguen quedando emociones reprimidas en mí como niña. Entonces levanté una barrera de fortaleza y me costaba trabajo pedir ayuda. Creía que me las tenía que arreglar sola porque no había figura de autoridad y protección con la que pudiera contar. Me di cuenta de esto hasta mi edad adulta.

Mi madre tenía poco que había conocido de Dios. Caminando y pensando que iba hacer ella sola, miró una iglesia cristiana, comenzó a asistir y ahí ella tuvo un encuentro con Dios. Aprendió que Él no la había abandonado, y que ahora se convertía en su esposo –Isaías 54:5 Pues tu Creador será tu marido; ¡el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales es su nombre! Él es tu Redentor, el Santo de Israel, el Dios de toda la tierra, porque tu marido es tu Hacedor.

Doy gracias a Dios que mi mamá nos llevó a la iglesia todos los domingos y aprendimos del amor de Dios. Esto me ayudó a conocer a Dios como papá. Fue un alivio a mi corazón saber lo que dice Salmos 27:10 Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá. 

Cuando creí esta palabra, dejé de sentirme huérfana y abandonada.

Había cosas que no entendía cuando era niña; mi mamá me decía, “¿por qué eres tan enojona?” y yo no entendía lo que sucedía dentro de mí. A pesar de que leía en la palabra que dejara el enojo, no sabía cómo.

Un día escuché una plática de las etapas del duelo que  son negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Entonces descubrí que mi enojo era porque mi niña interior estaba enojada con mi padre por haberme dejado. En ese momento perdoné a mi papá que hubiera muerto, aunque esto suene extraño, pero el niño menor no entiende de la muerte, solo siente la emoción y si no lo ayudamos a sanar se queda herido. Perdonar me ayudó a seguir sanando. Mi madre con sus duelos y con la necesidad de seguir trabajando para sostenernos, no se daba cuenta que ocupamos procesar nuestros duelos.

Cuando tenía 18 años, viene otro golpe a la familia. Una noche que nos disponíamos a dormir, tocan a la puerta avisándonos que a mi hermano mayor de 20 años lo habían atacado y herido. Salimos a buscarlo al hospital más cercano, pero cuál sería nuestra sorpresa al enterarnos que mi hermano que seguía de el mayor también estaba gravemente herido. Cuando llegamos al hospital a donde llevaron al hermano mayor, nos encontramos con la noticia que había muerto en el traslado, se había desangrado.

Salimos con ese dolor e impresión a buscar a mi otro hermano al llegar nos informan que lo tenían en cirugía, gracias a Dios lograron salvarle la vida..

Un duelo más. Salimos, mi mamá y yo con nuestros corazones desgarrados de las noticias y clamamos a Dios; solo así sentimos consuelo y fortaleza para seguir. Creo en el poder de la palabra – Filipenses 4:7 La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. Dios nos diseñó con espíritu, alma y cuerpo (1 de Tesalonicenses 5:23).

Los expertos en duelos dicen que:

El duelo es una experiencia emocional humana dolorosa. En el alma están las emociones, por eso la necesidad de atender los duelos. No podemos dividir espíritu, alma y cuerpo.

Todos nacemos con la necesidad de tener vínculos con otras personas. (Lo vemos en Génesis 2:18 donde dice “No es bueno que el hombre esté solo”). Cuando un ser querido muere se rompe esa conexión y esa es la razón por la que sufrimos. Cada persona va a vivir el duelo (dolor) de diferentes maneras; dependerá mucho de la relación que tenga con la persona.

Duelo no es solo cuando perdemos a un ser querido, sino cualquier pérdida; puede ser la salud, el trabajo, una casa, divorcio, pérdida de la confianza por traición, etc. En cualquiera de las pérdidas se sufre un duelo y algunas veces es necesario recibir apoyo en el proceso.

Ahora a mis 54 años, estudiando un diplomado en tanatología pude darme cuenta que Dios permitió que yo tuviera esta experiencia tan cerca de la muerte por que Él quiere usar el sufrimiento pasado para que hoy pueda ser de apoyo para otros. Él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros. Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros (2 de Corintios 1:4).

Hoy puedo decir que hay ganancia en mis pérdidas. “ El sufrimiento tiene sentido” Romanos 8:28 Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que Él tiene para ellos.

escrito por

Marisela Pimienta

Aurora Mujeres

Nuestra visión es que la mujer alcance su máximo potencial cuando es motivada y conectada al propósito que Dios tiene para ella y por el cual fue creada.

En Aurora Mujeres podemos ser nosotras mismas, abrir nuestro corazón, verte a ti misma de la misma manera en como Dios te ve, dejar atrás los errores y comenzar de nuevo.

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